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El más conocido de los himnos dirigidos al Espíritu Santo por la Iglesia. Aparece en el Breviario Romano en la fiesta de Pentecostés. Es himno de alta inspiración y se usó desde antiguo en las fiestas solemnes y en los actos importantes de la Iglesia y de los grupos cristianos. En especial se comienza con la invocación al divino inspirador para pedir la ayuda y la luz precisa para ser fiel a sus inspiraciones.
El himno es muy antiguo, sin que se pueda precisar el tiempo de composición. Los primeros documentos en que aparece son del siglo IX, pero hay indicios que el texto viene de tiempos anteriores, aunque la redacción actual solo aparece en el Breviario hecho bajo Urbano VIII (1623-1644). Algunos expertos lo relacionan con Rabano Mauro (muerto en 856), abad de Fulda y arzobispo de Maguncia. Hay autores que lo atribuyen a San Ambrosio y otros a San Gregorio Magno, pero sin datos reales.
Es el único himno del Breviario conservado por la Iglesia Protestante Episcopal. Desde S. Hugo, Abad de Cluni, se recitaba a la hora de tercia, la hora en que vino el Espíritu Santo. Luego se pasó a las segundas vísperas de la jornada de Pentecostés.
Su inspiración es grande. No se sabe cuál admirar más, si la belleza de las cadencias gregorianas al caer la tarde de Pentecostés o las sublimes expresiones, teológicas, vibrantes y llenas del sublime misterio cristianos sobre el Consolador prometido y enviado por Jesús.
La primera estrofa dice:
"Veni creator spíritus,
mentes tuorum visita.
Imple superna gratia
quae tu creasti pectora.
(Ven Espíritu creador, visita las mentes de los tuyos, llena de tu suprema gracia los pechos que tú creaste).
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